Castella y Durán, Puerta Grande en Zamora

Crónica 


PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 

Zamora celebraba una corrida de toros en la que los diestros Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Alberto Durán se midieron a los astados de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez Fernández (5°), este último sería devuelto y saldría el sobrero de Hnos García Jiménez. El encierro tuvo pinceladas, pero justos en duración y entrega, destacó, precisamente, el sobrero, que tuvo motor y se vació, llegando al final de la faena. La Puerta Grande la alcanzaron Castella y Durán, siendo el francés el que dejara su golpe de autoridad tras desorejar a ese sobrero que se lidió en quinto lugar. Durán mostró disposición y ganas, dejando una muy buena estocada en el tercero que ya le valió el premio. Morante de la Puebla no tocó pelo en la tarde, pero su expresión no quedó en el olvido, con un toreo de gusto y clase que dejó verdaderas pinturas.

Salió el primero de la tarde, al que saludó Morante de la Puebla. Le hizo esperar, se resistía a meterse en la seda, pero el de La Puebla lo lanceó con gusto y torería, ganándole terreno. Lo prolongó después de probarlo a la salida del caballo. Se pegó a las tablas y dejó la rodilla en tierra para iniciar la faena de muleta, pasándolo por ambos pitones. Lo trasteó movió y lo llevó hasta el tercio, después siguió el toreo ahora ya sobre el pitón derecho, manteniéndose en el sitio mientras se lo envolvía a la cadera. Las tandas fueron cortas y comedidas, con un toro que le bajaba la cara y le seguía el engaño con prontitud y obediencia, siendo más uniforme a partir del segundo y tercer muletazo. Los terrenos, prácticamente, no cambiaron en todo el último tercio, pero encontró la ligazón y el lucimiento con el gusto del corte clásico y la torería morantista con un toro noble. Mató al segundo intento.

Castella se estiró con el segundo de la tarde, un toro que respondió con prontitud, logrando que el francés lo encelara en la tela. Se apuró en exceso en banderillas. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo inició con un suave tanteo genuflexo. Culminado el tanteo, llegaba la primera tanda, sobre el pitón derecho, adelantándole la mano, recogiéndolo delantero, tratando de llevar tapado y toreado a un segundo que le soltaba la cara y se descomponía en las salidas. Cada vez se quedaba más corto, sin terminar de cumplir en el muletazo, quedándose a medio gas, perdiendo toda obediencia. Cambió al natural, con otro aire,  tocando y abriéndolo sin bajarle la mano, manteniendo la media altura y echándole los vuelos al morrillo, tratando de robarle cada embestida. Se le fue poniendo cuesta arriba la faena, pero el francés sacó técnica y desparpajo para hacerlo pasar, aunque ya no tuviera nada. El astado no ayudó en la suerte suprema, teniendo que hacerlo todo el diestro, que pinchó.

Alberto Durán se vino arriba durante el saludo capotero con un tercero que salió bravo, con movilidad y apretando. Se lució y el público se volcó con él. Arrancó la faena de muleta anclado al firme, rectificando una vez pasado, pero con firmeza, pasándolo por ambos pitones. Al tiempo que un espontáneo se arrancaba en el Cante, Durán lo hacía con la torería por el pitón derecho. Cambió al izquierdo, con un toro que le salía por arriba y al que fue llevando uno a uno, para no afear el inicio del siguiente muletazo. Tocaba deslizaba y le daba salida, abriéndolo, pero siempre manteniéndole la franela en la cara. Paró y rectificó cuantas veces lo vio necesario con tal de darle entidad, forma y pulcritud a su faena. Recuperó la mano derecha, algo más bronco, pero lo fue templando, alrgando y estirándose con el para llevarlo hasta el final, tapadito y metido. Mató al segundo intento, dejando un buen espadazo que le valió la oreja. 

Morante se mostró inspirado con el cuarto de la tarde, un toro que marcaba el ecuador de la tarde y al que el diestro lució a base de verónicas, mientras le ganaba terreno y se estiraba. Tomó la franela y el diestro, agarrado a tablas, lo pasó por ambos pitones, sin moverse, para después soltar la madera y andarlo con despaciosidad y temple, cautvando al respetable zamorano. Continuó la faena sobre la mano derecha, pero no tardó en cambiarlo al natural, dándole mayor amplitud al pase, pero con un trazo más corto que poco a poco, una vez metido en la tela fue guiando y alargando con despaciosidad. Siguió sobre el pitón izquierdo, casi pasándolo con el, acompañando con su cintura la embestida mientras se lo envolvía. Aunque los últimos compases se desarrollaron ya metidos en tablas, el animal seguía respondiendo a las demandas de Morante con nobleza y obediencia, que cuajó una gran faena, hecha a base de clase. Metió la mano al segundo intento, dejando algo más de media estocada, con la que Morante estaba convencido que doblaría.

Castella saludó al segundo de su lote, un toro que se había lastimado en su salida y, a pesar de que su bravura le hiciera continuar, no estaba en condiciones de continuar, al menos por el momento. Finalmente fue Devuelto a corrales y en su lugar salió un sobrero que le permitió la expresión al francés, pudiendo estirarse con clase, ganándole terreno hasta sacarlo del tercio. Había contenido en el toro y Castella le hizo un quite por chicuelinas del gusto de los aficionados. Se alcanzó el último tercio y lo esperó por estatuarios, sin rectificar, anclado en la arena, pasándolo por ambos pitones e incluso con algún pase cambiado por la espalda. Castella incluyó variedad dentro de su concepto, con un sobrero que humillaba y metía bien la cara, siguiendo la franela con celo. El diestro tiró con suavidad, pero sin terminar de mostrarles la salida, encajándose de riñones. No movió las manoletinas del firme, fue su cintura la que dibujó el muletazo, llevándolo con despaciosidad por el pitón derecho. Con tradiciones entre tandas, daba lucimiento a los finales e inicios. Uno a uno, tocó y tiró a veces sin el acople, pero siempre resolviendo y encontrándose con su su adversario. Fue por el derecho y el desmayo cuando encontrara aquella plenitud. Cambió la ayuda por la espada y dejó un estoconazo.

"Sosito" y Alberto Durán cerraban la tarde un saludo en el que alternó las verónicas con la brega hasta rematarlo ya fuer del tercio. Una vez culminado en el caballo, con las banderillas fue el propio matador quien se decidiera a poner el último par.  Con la muleta ya en la mano, el diestro lo pasó entre trasteo por ambos pitones hasta definirse por la mano derecha. Citó y se puso, estirándose a su paso. No tardó en cambiar la muleta de mano y tomarla por la izquierda, dejando naturales de uno a uno, sin continuidad, interrumpida para colocar y reestructurar.  Al animal le faltaba ese puntito de mostró y empuje, pasando con desinterés y sin entrega. Le adelantó los vuelos al morrillo, tratando de enganchar la embestida y encauzarla. Recuperó el pitón derecho, abriendo y dejándosela puesta en la cara, pero sin bajársela, llevándole a media altura. El toro ya no tenía mucho más que mostrar, se paraba y le costaba continuar los pases, pero era noble y eso le permitió a Durán dejar alguno de sus desplantes. Mató con aseo.

Zamora. Toros de Hnos. García Jiménez y Olga Jiménez para Morante de la Puebla, ovación y oreja;  Sebastián Castella, palmas y dos orejas;  Alberto Durán, oreja y oreja.

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