Perera y Marín, doble Puerta Grande en Pamplona
Reseña
GUARISMO DEL OCHO / FOTO EMILIO MÉNDEZ
Pamplona ha celebrado una corrida de toros de Puerta Grande, una de la más completa de lo que llevamos de Feria. Miguel Ángel Perera, Daniel Luque y Ginés Marín se midieron a los astados de Fuente Ymbro. El encierro fue más que aprovechable, dejando entrega en los engaños y dejándose llevar si se encontraban los terrenos. Es cierto, que hubo de todo, Luque se llevó, quizá el peor lote, el que menos opciones brindó. Incluso hubo toros sin raza, como fue el caso del tercero y segundo de la tarde, que simplemente pasó. Perera y Ginés Marín alcanzaron la Puerta Grande, tras repartirse un total de seis orejas, tres para cada uno. Luque, sin embargo, que se entregó solo paseó una oreja en el quinto. La tarde, además, estuvo marcada por la gran definición que tuvo la terna con los aceros, no hubo estocada defectuosa.
Miguel Ángel Perera llegó dispuesto a todo dejando unos inicios de rodillas que rápidamente captaron la atención de los tendidos, incluso de los tendidos de sol. Toreó con poder ante el primero, llevándolo en largo, degustando momentos de embroque y ligazón con el abreplaza. Culminó por bernadinas una muy buena estocada. Con el segundo de su lote inició el último tercio también de rodillas, dejando hasta dos tandas ligadas sin probaturas, aprovechando la inercia y jugándosela con un toro que se le venía por dentro. Cuajó una gran faena aprovechando la clase y humillación que presentó el cuarto en la tela. En la suerte suprema volvió a dejar una buena y única estocada con la que el animal doblo.
Daniel Luque, que le tocó bailar con las más feas, derrochó seguridad y firmeza ante un segundo sin raza y que soltaba la cara a su paso, defendiéndose al sentirse podido, complicando la labor de Luque con la franela. Le dio tiempo y sitio, pero sin encontrar la entrega del de Fuente Ymbro, teniendo que robarle aquellas entradas en la tela, por muy cortas que fuera. Dejó una gran estocada. No tuvo mucha más suerte con el quinto, un toro deslucido que le soltaba la cara y con el que trató de dar movimiento a una faena que culminó en las distancias cortas. Mató con acierto al primer intento.
Ginés Marín, que cerraba la tarde y el cartel, arrancaba su tarde con una faena templada de rodillas frente a un toro de escaso motor. El diestro lo cuidó y mimó en cada serie, tratando de alargarlo hasta el final de la faena. También le exigió por abajo , sin dejar de buscar limpiar el muletazo. Sin embargo, aquel tercero no tuvo chispa, fue su estocada la que le daría la oreja. Saludó al segundo de su lote, sin demasiado lucimiento. El animal no fue a mejor en el último tercio, que no le dio demasiadas opciones al extremeño para el triunfo rotundo. La expresión y el lucimiento lo encontraría al natural, ceñido, con el toreo curvilíneo e infinito.
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