Calidad y emoción en la tela con los de Victorino Martín

Crónica


PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 

Las Ventas cerraba la Feria de San Isidro con una extraordinaria corrida de toros de la prensa, Paco Ureña y Emilio de Justo se midieron a los de Victorino Martín. El encierro fue variado, muy bien presentado y con una calidad exquisita. Los de Victorino embistieron, dejándose someter y llevar, aunque también con sus teclas, no todo lo pusieron sencillo. Había que conocer muy bien los terrenos, las alturas y los tiempos para que la embestida fuera la que de vez en cuando mostraban. El mano a mano se saldó con una oreja y más de un milagro. Paco Ureña fue el diestro que paseó la única oreja la tarde, dejó faenas de peso, pero con unos astados a los que podría haber exprimido mucho más. Con el primero fue más el valor que arrojó ante los percances; con el segundo le faltó explotar aquel pitón derecho que tanta calidad tenía; con el tercero y quinto de la tarde, tuvo a un toro de teclas y medidor. Emilio de Justo pudo haber paseado el triunfo de no haber sido por la espada, ya que cuajó una gran faena ante un extraordinario sexto. Con el primero de su lote, a pesar de mostrarse encajado, con cadencia y un gran sentido del temple, no encontró la distancia con la que el animal se rompía por abajo. El cuarto y segundo de su lote fue un toro de desconcierto, la lluvia y el viento fueron los nuevos hándicaps a los que adaptarse. Aún así dejó una faena larga ante un toro con un gran pitón derecho.

"Playero" de la ganadería de Victorino Martín abría la tarde en las manos de Paco Ureña. El diestro se encontró un astado que le apretó en tablas, así que le echó el capote abajo y lo bregó hasta sacarlo a los medios. En los palos se apuró entre pitones. Se alcanzó la faena de muleta y el espada lo trasteó, pasándolo por ambos pitones. Lo sacó más allá del tercio, sin todavía encontrar el acople con un toro complicado y exigente. Reponía rápido y se volvía con facilidad. Decidió llevarlo sobre el pitón derecho, pero perdió los pies cayendo en la cara del animal, quedándose entre pitones. Se hizo el milagro, no parecía no llevar nada. Volvió a la cara del animal, pero por el pitón izquierdo era aún peor, seguía midiendo, sin terminar de pasar, haciendo por él. Terminó por rajarse y Ureña cambió la ayuda por la espada, para después sacarlo de tablas y dejar una estocada en la que la muerte estuvo entre uno y otro. Lo dejó sin aire, desplomándose después de dejar la espada.

Emilio de Justo bregó al segundo de la tarde y primero de su lote por abajo y despacio, ganándole terreno para sacarlo del tercio. Lo recibió en la muleta por abajo, sujetando la embestida para que no perdieran las manos. Cambió los terrenos y siguió desde los medios, echándose la franela a la mano izquierda. Encontró gusto y sabor a cámara lenta, encajándose, pero teniendo que acortar cada vez más el natural. Trató de dejarle los vuelos en la cara y estirar algo más el recorrido. Cambió al pitón derecho, con mucha voz y dominio, toreando con una cadencia que clamó al cielo. Aquella serie puso de acuerdo a todos los tendidos, con pases por bajo, alrededor de su cintura, mirándolo pasar. Aunque siguió sobre el mismo pitón, las embestidas no eran iguales, eran más andarinas y más cortas, ya había aprendido.

Algo más se pudo estirar Paco Ureña con el segundo de su lote, sin terminar de sacarlo del tercio, pero con más temple en su salida. Se marcó el cambio de tercio y el diestro salió a los medios para brindar al público venteño. Se fue a su encuentro, bajándole la mano, doblándose con el animal, andándolo para sacarlo del tercio. Siguió por el pitón derecho, con un toro que entraba con delicadeza y seguía los engaños con celo y repetición. No lo asfixió, sino que lo dejó respirar, dándole tiempo y sitio, para seguir sacándole pases por el derecho, tragando. Al natural, buscaba, entrando con ciertas reservas, así que le bajó la mano, llevándolo muy tapado, dejando que solo le viera la tela. El animal acometía, pero no con la misma certeza que lo hacía por el derecho, descomponiéndose y desarrollando en sus salidas. Volvió a la mano derecha, pero miraba, eso sí, una vez dentro, seguía el engaño con la cara a media altura, con obediencia y dejándose someter.

Marcaba el ecuador del festejo un toro de nombre "Boliviano" en las manos de Emilio de Justo. El animal se volvía y repetía, quedándose, en ocasiones, corto en los lances de recibo, pero humillando. El puyazo de Germán González y la entrega en el caballo del de Victorino Martín calaron hondo en los tendidos. El diestro sacó al tercio a Álvaro de la Calle para brindarle, agradeciéndole así la labor que desempeñó en la encerrona que no pudo llevar a cabo el extremeño. Inició la faena de muleta por abajo, genuflexo, para después seguir por el pitón derecho, llevándolo humillado. Siguió, pero el viento se convertía en un nuevo hándicap, por lo que tuvo que tirar del animal y cambiar los terrenos, a resguardo. El de Victorino se entregaba por abajo rozando el morrillo en el albero, dejando el trazo, mientras que Emilio barría el firme con la muleta. Se encajó, toreando de riñones a un animal con un pitón derecho extraordinario. Al natural, se lo pensaba algo más, enganchando la tela y descomponiéndose. Medía y buscaba, tampoco ayudó el viento. Por el izquierdo también pasó, pero no con la misma pureza y pulcritud. Retomó la mano derecha, alargando en exceso una faena en la que el animal seguía pasando y obedeciendo.

El quinto fue un toro comedido en el capote, que le apretó en tablas a Paco Ureña, que lo bregó por abajo hasta sacarlo. Tras un delicado tercio de banderillas, en el que se pudieron los palos de uno en uno, se alcanzó la faena de muleta, pero antes el brindis de Ureña a Emilio de Justo. Empezó con un ligero trasteo por abajo en el que le fue andando hasta llevarlo más allá del tercio. Continuó sobre el pitón derecho, con un toro que medía e incierto en la tela. No tenía una embestida definida, soltaba la cara, sin terminar de bajarla, saliendo del muletazo por arriba. Cambió al natural, cada vez más corto y mirón, sabiendo dónde estaba el cuerpo. No fue una faena para lucirse, pero Ureña se la volvió a jugar entre pitones, aguantando sus parones. El animal terminó por prenderlo, sin aparentes consecuencias. Regresó a la cara del animal, terminando de meter al público en la faena, a base de valor y riesgo.

Cerraba la tarde Emilio de Justo y "Director", un toro ovacionado en su salida. Acometió con temple en el saludo capotero del diestro extremeño, que se pudo estirar con el animal a base de verónicas. Llegó el último tercio, recibiéndolo en la franela con ritmo aprovechando para ligar, más allá del tercio. Salió con motor, siguiendo la franela con codicia y una entrega absoluta. El extremeño se basó en las tandas cortas, sin llevar a marchas forzadas al de Victorino, que pedía más y más tela, con una embestida pronta que transmitía y llegaba. Si por el derecho fue bueno, por el izquierdo fue extraordinario, ligando natural por abajo sin que levantará el morrillo del albero. También tuvo sus teclas, no todo fue sencillo, pero la calidad de sus embestidas era indiscutible. Te exigía, pero también te daba. La faena ya estaba hecha y Emilio había encontrado el acople, manejándolo con dominio, gobernando las series. En los últimos compases dejó algún que otro derechazo de trazo infinito y abajo.

Madrid. Toros de Victorino Martín para Paco Ureña, ovación, oreja tras aviso y palmas; Emilio de Justo, ovación, palmas y silencio tras aviso.

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