Robleño, luz en una tarde gris

Crónica


PATRICIA  PRUDENCIO MUÑOZ 

Las Ventas acogía una corrida de toros en la que los diestros Fernando Robleño, Román y José Garrido se midieron a los astados de la ganadería de Adolfo Martín. Una tarde en la que las expectativas superaron a la realidad, fue una tarde gris en la que el encierro dejó un comportamiento variado en la plaza. Todos ellos coincidieron en la durabilidad, de más a menos, apagándose muy rápido en la tela, sin mayores posibilidades de triunfo. Hubo muchas teclas qe buscar, teniendo que encontrar los terrenos, la altura y el tiempo con toros encastados pero escasos. La lluvia y, sobre todo, el percance de José Garrido marcaron el festejo, ya que en el tercer toro de la tarde, el extremeño era prendido feamente, quedándose atrapado entre pitones. La tarde se quedó en un mano a mano entre Robleño y Román en el que el madrileño dejó un recital de toreo vertical y en el sitio, a pesar de las complicaciones que les brindaron los de su lote. El valenciano demostró valor y entrega, pero desluciendo con la espada su labor, algo parecido a lo que le ocurrió a Robleño, viéndose compensado con dos vueltas al ruedo, pero no con la oreja.

Robleño trazó un saludo capotero muy inteligente con el primero de la tarde, bregándolo, al tiempo que lo iba abriendo y sacando a los medios. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo tanteó por ambos pitones, iniciando los primeros compases por abajo, buscando la medida al de Adolfo. Tomó la franela sobre el pitón derecho, con firmeza ante el recorrido corto y la cara alta del de su lote. Tuvo que darle sitio y buscar más distancias, teniendo que reestructurar al final de casa muletazo. Se la dejó puesta abajo y así fue tirando de la embestida. No se olvidó del pitón izquierdo, pitón por el que recortaba, pero Robleño le aguantó el ritmo, acompañando la embestida con acople, esperando a que terminará de pasar y limpiando el muletazo. La faena se desarrolló en los terrenos del siete, casi metido en tablas, con mucha voz y determinación en sus muñecas. Volvió al pitón derecho, llevándolo muy tapado, haciéndolo seguir el engaño, aguantándolo y sabiendo ver las teclas y tocárselas. Le falló la estocada con un toro que le permitió, dentro de las dificultades propias.

Román bregó y condujo la embestida del primero de su lote durante el saludo capotero, ganándole terreno y sacarlo a los medios. Bajo la lluvia, que cada vez era más intensa, se desarrollaron los tercios de varas y banderillas. Román salió a los medios para brindar al público, dejó la montera y volvió a las tablas para iniciar el trasteo por ambos pitones. También tiró del animal, tratando de sacarlo de aquellos terrenos, llevándoselo a la raya. Se puso sobre el pitón derecho, con un toro que miraba, pero que pasaba acometiendo abajo. Se cruzó y lo buscó al pitón contrario, abriendo el muletazo y recogiendo en la salida dejándole la tela en el morrillo. En el cite le adelantó el pico de la muleta, con insistencia, pero sin afear, para que entre las reservas del animal, este se decidiera a entrar. Poco a poco se fue apagando, aún así, al valenciano no se le habían acabado las ideas ni las ganas, así que siguió insistiendo sobre el pitón derecho, mordiendo e imponiéndose. Falló con la espada.

Garrido se estiró con "Sevillanito" momentáneamente, ya que le arrebató el capote de las manos. El de Adolfo se paró ya en el tercio de varas, resistiéndose a entrar en el caballo. Sin embargo, Chacón se lució en los palos, dejándolos en la cara y asomándose, siendo ovacionado. Garrido tomó la franela y lo movió, sacándolo hacia los medios, una vez allí lo empezó a llevar por el pitón derecho. El astado se lo pensaba, acometiendo con fuerza y volviendo a desarmarlo. Volvió a la cara y en uno de aquellos derrotes le echó mano, siendo herido. Estuvo metido entre pitones, contra el albero, sin poder quitárselo de encima. Rápidamente fue trasladado a la enfermería, teniendo que ser Robleño quien lo pasaportara.

Ante el percance, tuvo que salir Román para saludar al cuarto de la tarde, un toro que hubiera sido el quinto. Lo saludó por abajo, genuflexo, con lucimiento y expresión. En la faena de muleta, se le acercó muy despacio y lo probó por ambos pitones, pero en el trasteo, por el pitón izquierdo se resistía a pasar. Empezó la primera tanda, por el pitón derecho, bajándole la mano, pasándolo a cámara lenta. El valenciano le echó la mano delante, dejándole los vuelos en la cara, para tirar del animal y encauzar las embestidas, cada vez más reservadas y cortas. Tuvo que forzar el cite para que el de Adolfo entrara, pero no había manera, así que cambió la ayuda por la espada.

Robleño saludó a "Aviador", un toro que, aparentemente, salió suelto y que Robleño supo sujetar en una brega llevada por abajo, conduciendo la embestida hasta sacarla a los medios, donde lo remató. El de Adolfo Martín, a pesar de parecer que se dolía de las manos y de que no las apoyaba como debiera, se prestó, dejando un buen tercio de banderillas. El madrileño lo movió y pasó, definiéndose por el pitón izquierdo, sin probaturas. Lo abrió y llevó a media altura, empezando el cite más arriba para después bajarle la mano y echárselo a la cadera, con rectitud. El animal se mantuvo fijo en la tela, siguiéndola con celo. Cambió al pitón derecho, toreando muy perpendicular, acompañando la embestida hasta el final del muletazo. Recuperó el toreo al natural, pero ya no entraba, se había parado, pero logró arrancarle unas últimas embestidas. Para eso se metió en sus terrenos, dándole todas las ventajas. Deslució la espada.

El saludo capotero de Román con el sexto se vio condicionado por el salto del animal al callejón, que tras dos intentos, logró su objetivo. Quedó debilitado, afectado de los cuartos traseros, por lo que el presidente otorgó el cambio. Tardó en ser devuelto a corrales, se resistía a seguir a los mansos, pero gracias a la labor de Florito, el animal acabó entrando. En su lugar salió "Ilustrado" un toro de la ganadería de Pallarés, con el que Román se pudo estirar algo más. Se alcanzó el último tercio y Román fue al encuentro con el animal, recibiéndolo genuflexo en la ptela, para después seguir sacándolo al paso, muy despacio. El valenciano lo citó de lejos aprovechando después la inercia para darle movimiento y continuidad. Sin embargo, la durabilidad... se acabó echando. El diestro tuvo que aguantarle el ritmo, sujetarlo y llevarlo entre algodones en el compás abierto. No era faena de triunfo ni de lucimiento, simplemente había que tomarle la altura, el ritmo y los terrenos, haciéndolo pasar como buenamente pudiera. No atendía al cite, tampoco pasaba, por lo que era un empeño que no le llevaba a ninguna parte. Cambió la ayuda por la espada y lo pasaportó.

Madrid. Toros de Adolfo Martín para Fernando Robleño, ovación y dos vueltas al ruedo; Román, silencio, silencio y silencio; José Garrido, herido.


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